Durante el embarazo y la lactancia, el cuerpo de la mujer experimenta importantes transformaciones.
Una de las más críticas —y menos conocidas— es la necesidad de DHA (ácido docosahexaenoico), un tipo de Omega-3 fundamental para el desarrollo del bebé y para evitar complicaciones como la depresión posparto.
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¿Qué es el DHA y por qué es tan importante?
El DHA es un ácido graso que se encuentra principalmente en el cerebro y las membranas celulares. Entre sus funciones más destacadas está la de favorecer la fluidez de las membranas neuronales, crucial en la sinapsis o comunicación entre neuronas. Esto lo convierte en un elemento indispensable para el correcto funcionamiento del sistema nervioso.
DHA y desarrollo del bebé
Durante el embarazo, especialmente en el tercer trimestre, el bebé experimenta un rápido desarrollo cerebral y ocular. En esta etapa, la demanda de DHA por parte del feto es muy elevada. Si la madre no tiene reservas suficientes, el cuerpo utilizará el DHA almacenado en su propio cerebro, lo que puede afectar tanto al desarrollo del bebé como al bienestar mental de la madre.
Además, durante la lactancia, el bebé sigue necesitando una fuente rica en DHA para garantizar un crecimiento óptimo del sistema nervioso y visual. La leche materna es su principal fuente, por lo que es vital que la madre mantenga unos niveles adecuados de este nutriente.
¿Qué ocurre si hay déficit de DHA?
Cuando los niveles de DHA y EPA (otro tipo de Omega-3) en sangre son bajos, también lo es la serotonina, un neurotransmisor que regula el estado de ánimo.
Esto puede aumentar el riesgo de depresión posparto, una complicación emocional que afecta a muchas mujeres después del parto.
Recomendación: suplementación durante el embarazo y lactancia
Para cubrir estas necesidades, se recomienda una suplementación diaria, entre 200 y 300 mg al día, durante todo el embarazo y el periodo de lactancia. Esta medida ayuda a preservar las reservas maternas y asegura un adecuado desarrollo del bebé.